Lean lo que a continuación copiamos: “Debemos reconocerlo, nos duele profundamente, pero es la verdad: no hemos sentido en la clase popular, en el conjunto de venezolanos no políticos y hasta en los militantes de partidos políticos ese fervor, esa reacción entusiasta, inmediata, decidida, abnegada, dispuestos a todo, frente a la amenaza contra el orden constitucional, y eso nos obliga a profundizar en el análisis de la situación y sus causas”.
Podría pensarse en varios posibles autores, ¿qué opinan ustedes? Esto lo señaló, hace 26 años, Rafael Caldera que reapareció de Tinajero y silencio, después del golpe de estado el 4 de febrero la noche y madrugada del mismo día en el cual, en la sede legislativa, hizo ese señalamiento de sobresalto nacional.
En pocos años la instalación de una revolución con aspavientos y pocos resultados prácticos, más exaltación del pueblo y menos comida para sus estómagos, el ascenso retórico nacional e internacional de Chávez, su inesperada muerte en una Cuba médicamente desactualizada, el sorprendente ingreso a Miraflores de Maduro, el acelerado descenso de las condiciones de vida de los venezolanos, las constantes derrotas del castro madurismo en el escenario internacional que tan apetecido fue por su predecesor.
La crisis general parece no tener fin. Y no lo tendrá mientras siga bajo la dirección y sometida a la “revolución bolivariana”, castro comunista y conducción de Maduro. De la chispa nace la hoguera, reza el refranero popular.
A pesar de la írrita y fraudulenta charada del 20M, Venezuela continúa atiborrada de protestas por falta de agua, efectivo, transporte, electricidad, comida, medicinas y mejores salarios. Y lo más relevante es que los reproches son espontáneos y no producto de la dirección de los partidos políticos. Ése es un dato medular. Ha comenzado a desatarse un fenómeno -para algunos esperado para otros no tanto- que podría eventualmente conducir a un estallido ciudadano.
A diario se producen en todo el territorio más de 30 protestas simultáneas por diferentes razones de trabajadores del sector público, docentes, pensionados, vecinos de distintos niveles socio económicos, jóvenes liceístas y universitarios, transportistas, esforzados agricultores, personal médico, profesionales de la enfermería y muchísimos otros. El Ejecutivo ha ignorado descarado estas manifestaciones y expresiones de angustia y descontento, aunque significa una alerta para el régimen. De allí que las voces críticas del Psuv comiencen a exigir abiertamente rectificación.
En apenas un capítulo de la historia, el muro de Berlín se derrumbó, China se sumergió en el caos, Japón se transformó en un agresivo imperio oriental, se produjo la más feroz guerra mundial de la historia, comenzó la era nuclear, se hizo realidad la aviación a reacción, terminó el andinismo en Venezuela, empezó a crecer la televisión como nuevo medio masivo de comunicación.
Desde que Chávez se transformó en fenómeno político y de masas, el mundo cambió por completo y Venezuela, que produjo un fogonazo revolucionario que llamó la atención internacional, subió en lo político e inició un precipitado camino de autodestrucción hasta la desolación actual. Muerto y enterrado con pompa en el Museo Militar, un cañonazo diario en vano intenta recordar que vivió y fue sembrado; frutos que nacen envenenados, sólo alimentan recuerdos que se transforman en flores de reclamos y repudios; la revolución perdió el fervor, la confianza y se convirtió en lo que ya es, un saco de huesos que se mantienen armados con clavos de represión y pegamento de bonos para repartir por un régimen que le debe al mundo y transforma sus escasos dólares en montones de bolívares que cada día resuelven menos.
Las sociedades deben cuidarse en extremo y siempre purgarse de las élites que se asumen merecedoras de perpetuidad. Las principales antenas opinativas, no pueden ser un grupo de siempre los mismos que, al aferrarse a su posición privilegiada, se conviertan en ogros irascibles, personajes con ideas sosas, alérgicos a la crítica cuyos modos de pensar, decidir y actuar derivan del interés propio, de lo arcaico, carecen de sintonía con las realidades nacionales y los nuevos tiempos.
Es ley de vida, en cada generación habrá individuos unidos o no, estén de acuerdo o en desacuerdo en quienes, recae una responsabilidad conductora, guías de ideas y planteamientos a veces difíciles de digerir, empecinados recordantes de lo que no se puede olvidar para que no ocurran de nuevo las desafortunadas desgracias. Deberían ser impulsores fértiles de la economía libre, columnas de los principios éticos, valores morales y buenas costumbres ciudadanas. Igualmente ser alarma para los despertares sociales.
Hoy concurre esa reacción entusiasta, inmediata, decidida, abnegada, dispuesta que rechaza con el alma esta ignominia: el castrocomunismo venezolano que se dice revolucionario y reprime, asegura luchar contra el crimen, pero criminaliza a quienes se le oponen, controla los precios que se pagan por encima para conseguir alimentos, bienes, medicamentos e insumos que requieren con desesperación.
Ya no importa lo que años atrás se repetía en frases y promesas pomposas que llevan años desconectadas de la realidad ciudadana, que así seguirán a menos que sus militancias, cada día más escasas, se las ingenien para obligar auténticas -no disfrazadas- renovaciones profundas de sus dirigencias, porque comprueban que están desnudos, sordos, ciegos, y quien ha tenido siempre la verdad sin tapujos ni contemplaciones, con valentía ha sido y sigue siendo María Corina Machado y quienes la acompañan.
Los venezolanos se preguntan una y otra vez, cómo es que, pese a este terrible y catastrófico escenario no se ha producido un estallido. Y se advierte que estamos montados en una bomba de tiempo, se intuye cómo puede comenzar, pero se desconoce cómo termina y a qué conduce. Nadie lo quiere ni lo desea, pero los procesos sociales tienden a ser impredecibles cuando se le añade el factor de la crisis económica.
Y de eso último hay de sobra en el país.
@ArmandoMartini